EL MUNDO 1

Cuando vio el árbol rojo que empezaba a esconderse tras el horizonte,

empezó a plantar las pequeñas señales de tráfico. Luego pasó el camión y

las pisó todas. Bueno, ya había cumplido su trabajo por hoy. Después se

marchó al centro de la ciudad donde las mil caras sonrientes y burlonas

volaban moviendo sus orejas al viento. Ahora venía la diversión, echo 

unas monedas a la máquina y cogió la escopeta, comenzó a dispararles, ¡mierda!, le había tocado la escopeta mala, los perdigones atravesaban las

cabezas como si nada, tiró el arma al agujero negro y se marchó hacía el jardín de las flores marchitas. A veces se entretenia ayudando a los jardineros en su trabajo. Comenzó a pisar las rosas con ganas mientras el viejo encargado le sonreía con aprobación. Cuando se canso se tiró por el gran acantilado del final de la calle. Su cuerpo quedó aplastado contra las rocas en una posición un tanto extraña. Al día siguiente volvería a subir para empezar de nuevo su trabajo, un poco más roto que el día anterior.

Por Rocío Cía 1987